lunes, 18 de mayo de 2015

Un Cuento, Una leyenda, Una Anjana…

         
Me encontraba caminando por el bosque, la luz de la tarde chocaba contra los altos arboles dibujando sobre el suelo sombras de mil formas. El sendero por el cual paseaba estaba cubierto en parte por la reciente hierva, formando una verde alfombra. Aparte de caminar cómodamente, me decía que por ese camino hacia mucho tiempo que la gente no transitaba.

                Encontré un tronco caído y decidí sentarme en él. No sin antes asegurarme que podía hacerlo.  Fue entonces cuando note el cansancio, cerré por un momento los ojos y me deje llevar por los sonidos del entorno que me rodeaba, al principio no me centraba en ningún sonido en concreto todo era un conjunto de ruidos que poco a poco se fueron transformando en dulce música para mis oídos. El trinar de los pájaros, el susurrante ruido de las hojas de los árboles mecidas por la suave brisa. Brisa que acariciaba mi cara. Era raro, pero tenía la sensación que todo los sonidos que llegaban a mi seguían un patrón, una melodía, que nada era al azar. Incluso la cantinela constante del rio, que fluía a pocos metros del camino.  La verdad que la sensación que tenía era de paz. Esa paz que deseaba y nunca encontraba; estaba feliz por sentirme así, por primera vez me sentía relajado, tranquilo, lleno de esperanza, y muy feliz. Me olvidé por completo del móvil, del reloj, de toda la tecnología, solo quería beber de esa paz, quería emborracharme de ella y lo estaba consiguiendo.

                Abrí por un instante los ojos, no era cuestión de quedarme horas perdido en mis pensamientos, y fue cuando me percaté que no estaba solo en el árbol sentado.